En los primeros siglos de Roma, desde la fundación al siglo IV a. C., el latín tenía una extensión territorial limitada: Roma y algunas partes de Italia, y una población escasa. Era una lengua de campesinos.
Así lo demuestran las etimologías de muchos términos del culto religioso, del derecho o de la vida militar. Destacamos los términos stippulare ('estipular'), derivado de stippa ('paja'), o emolumentum ('emolumento'), derivado de emolere ('moler el grano'), en el lenguaje del derecho.
En este sentido, los latinos, desde época clásica al menos, hablaban de un sermo rusticus ('habla del campo'), opuesto al sermo urbanus, tomando conciencia de esta variedad dialectal del latín. «En el campo latino se dice edus ('cabrito') lo que en la ciudad haedus con una a añadida como en muchas palabras».
Después del periodo de dominación etrusca y la invasión de los Galos (390 a. C.), la ciudad fue extendiendo su imperio por el resto de Italia. A finales del siglo IV a. C., Roma se había impuesto a sus vecinos itálicos. Los etruscos dejaron su impronta en la lengua y la cultura de Roma, pero los griegos presentes en la Magna Grecia influyeron más en el latín, dotándolo de un rico léxico.
El latín de la ciudad de Roma se impuso a otras variedades de otros lugares del Lacio, de las que apenas quedaron algunos retazos en el latín literario. Esto hizo del latín una lengua con muy pocas diferencias dialectales, al contrario de lo que pasó en griego. Podemos calificar, pues, al latín de lengua unitaria.
Después, la conquista de nuevas provincias para el territorio, primero las Galias con César, hasta la de la Dacia (Rumania) por parte de Trajano, supuso la expansión del latín por un inmenso territorio y la incorporación de una ingente cantidad de nuevos hablantes.
Paralelamente a la expansión territorial de Roma, el latín se desarrolló como lengua literaria y como lingua franca a la vez que el griego, que había tenido estos papeles antes. Desde el siglo II a. C., con Plauto y Terencio, hasta el año 200 d. C. con Apuleyo tenemos una forma de latín que no tiene ninguna variación sustancial. o una gran expansión territorial.